El hombre y la mujer reciben el Soplo Divino

El Soplo Divino. Génesis 2.7 se inicia con la creación del hombre en la Tierra. Llega a su mínima expresión, aun cuando tenía órganos, extremidades y esta completamente formado puesto que Dios sopla “aliento de vida” en las ventanas de su nariz y sólo entonces es un ser viviente. Se deduce también que Dios despierta a la mujer al soplar aliento de vida. La pareja humana al sufrir esta grave transformación de Seres de Luz a seres humanos, quedan en estado de amnesia. Dios los devuelve a la vida a través del “Soplo Divino”, pone una gota de su Energía Divina en la zona del pecho en el “Jardín del Edén”, donde late el corazón y se aloja el Espíritu  que nos hace semejantes a Dios. Hace unos 2,0 – 2,5 millones de años, hecho que queda demostrado con los descubrimientos de herramientas primitivas, el uso del fuego y el Registro fósil que de ser interpretado adecuadamente fortalece el don de la vida.

El relato en Gn. 2.10 es aún más claro: “Y un río salía de Edén para regar el jardín; y de allí se dividía y formaba cuatro brazos”. Es decir es la sangre que sale del corazón, para regar brazos y piernas. El hombre no ve a la mujer que está a su lado; por esa razón Dios le pide que identifique a los animales con un nombre. Así el hombre toma conciencia que la mujer es un ser de su propia naturaleza y exclama ¡esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Son diferentes de las otras especies de aves y animales que habitaban ese lugar en la Tierra. Que puede ser en la península Ibérica por su mejor condición del clima y naturaleza, donde la pareja humana aterriza luego de la perdida de todas sus potencialidades de seres de Luz.

La mujer despierta primero la mente representada en el relato por la serpiente, que se arrastra, se enrolla, envenena, ataca, estrangula. La serpiente es astuta, puesto que los pensamientos y el razonamiento se gestan en la mente. Ella despierta al hombre y ambos se dan cuenta que “estan desnudos”. Al comer de su fruto se logra el despertar de la mente en el hombre y la mujer. Dios sabe que ambos serán conocedores del bien y del mal, “Vio la mujer que el árbol era bueno para hacerse sabio y dio a su marido quien también comió”. Y sigue  “Y se abrieron los ojos de ambos, y se dieron cuenta que estaban desnudos y cosieron hojas de higuera e hicieron para ellos cintos”. Toman conciencia que están desnudos hecho que prueba que es un acto de razonamiento, pues sienten verguenza de su desnudez y entonces se cubren con cintos.

Dios pregunta al hombre por qué lo desobedece y éste le responde: “La mujer que pusiste conmigo, ella me dio del árbol, y comí”. La mujer reconoce “la serpiente me engaño y comí”. Desde ese momento el hombre y la mujer comienzan a utilizar la mente y los pensamientos. Dios maldice a la serpiente, que en el fondo significa “maldice el mal” que se gesta en la mente humana, y señala a la mujer que por su desobediencia “Multiplicaré en gran manera tu dolor y tu preñez; con dolor parirás hijos; y a tu marido estará sujeto tu deseo, y  él dominará en  ti”. También le pide que debe aplastar la cabeza de la serpiente; es decir, sacar la maldad de la mente del hombre.

Al hombre le advierte: “Porque escuchaste la voz de tu mujer, y comiste del árbol que te ordené no comer, maldita será la tierra por tu causa; con aflicción comerás de ella todos los días de tu vida, y espino y cardo producirá para ti, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu rostro comerá pan; hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo tornarás”. Si bien estas palabras suenan duras, son el fiel reflejo, de los dolores de los seres humanos, después de miles y miles de años del despertar de su mente. Da cuenta del camino tomado por los fundadores de la familia humana, del dolor de sus hijos y de sus descendientes en el extenso camino recorrido por la humanidad, con guerras, crímenes y sufrimientos, desde hace miles de años y muy particularmente en el último Siglo con las dos Guerras Mundiales.